FORMACIÓN A FAMILIAS: LA INTEGRACIÓN SENSORIAL (1ª parte)
Hoy hemos impartido la primera parte de la formación para familias sobre INTEGRACIÓN SENSORIAL. Hemos explicado que la integración sensorial es el proceso por el cual el cerebro recibe, procesa y organiza la información sensorial que perciben los sentidos. Procesar esta información sensorial es muy importante para comprender todo lo que sucede en nuestro entorno así como para la adaptación a los cambios que ocurren a nuestro alrededor e, incluso, en nuestro propio cuerpo.
Actualmente, en el manual de diagnóstico DSM-V, ya se incluye el trastorno del procesamiento sensorial como un desorden caracterizado por presentar problemas significativos en la organización de las sensaciones que provienen del cuerpo y del medio ambiente, manifestándose en dificultades en el desempeño de una o más áreas principales de la vida: productividad, ocio, juego o actividades de la vida diaria.
¿Qué relación tiene la integración con el TEA (Trastorno del Espectro del Autismo)? Hay estudios que manifiestan que un gran porcentaje de niños y niñas con TEA tienen dificultades de procesamiento sensorial. El DSM-V, por tanto, presenta estas dificultades sensoriales como un criterio de diagnóstico y este hecho es muy importante por dos motivos, principalmente:
1.- Porque permite ayudar a las personas que presentan estas dificultades desde la comprensión del origen;
2.- Porque podemos plantearnos que hay determinadas circunstancias que son derivadas de estas alteraciones y que antes se entendían como derivadas de otras problemáticas.
HABLEMOS DE INTEGRACIÓN SENSORIAL
Todos/as tenemos un perfil sensorial que se puede determinar. En las personas con TEA, la dificultad radica en que las manera de percibir según qué estímulos hace que, en ocasiones, las respuestas sean “desadaptativas”. Por tanto, definir el perfil sensorial se convierte en una cuestión improtante cuando no nos permite evolucionar en nuestro día a día de manera satisfactoria, como pasa en algunas personas con TEA.
¿Cuántos sentidos tenemos? Conocemos los más populares: gusto, tacto, olfato, vista y oído. Hasta aquí bien. Pero ¿y si os decimos que nos faltan tres más?, ¿sabríais decir cuáles son? Pues son el vestibular, que tiene que ver con el movimiento, el propioceptivo, que tiene que ver con el control postural, y el interoceptivo que se relaciona con las sensaciones internas.
En relación al gusto, hay que destacar que, a parte de permitir percibir y distinguir los sabores de los alimentos y bebidas, hay que tener en cuenta que el aroma, la textura y la temperatura pueden afectar nuestra percepción del saber y causar la tolerancia o rechazo a ciertos tipos de alimentos. En los problemas de alimentación restringida, todas estas cuestiones gustativas tienen mucho que ver.
El sistema táctil nos permite percibir el tacto, la temperatura, la presión y el dolor. Nos ayuda a reconocer objetos, personas, a protegernos de posibles daños y a disfrutar de sensaciones placenteras, influyendo en nuestro estado emocional y en nuestra capacidad de regularnos. Cuando hay una hiper o hipo reactividad táctil, todas estas cuestiones perceptivas se ven afectadas.
El sentido del olfato es uno de los sentidos más primitivos y poderosos en los seres humanos. Numeros estudios han demostrado que los aromas pueden tener un impacto significativo en nuestro estado de ánimo y comportamiento e, incluso, en las dificultades en la alimentación. Así que hay que prestar atención a este sentido cuando intentamos definir un perfil sensorial.
“Lo que vemos no solo depende de los estímulos visuales recibidos por la retina. La información se procesa e integra con otros datos para componer nuestro mundo perceptivo. No se trata, por tanto, de una repetición directa del mundo exterior, sino de una “creación” en la que interviene el cerebro” (Kandel, 2013). En el sentido de la vista hay que tener en cuenta dos partes muy importantes:
- Vía dorsal: se conoce como la “la vía del qué”. Reconoce caras, objetos y escenas;
- Vía ventral: “la vía del dónde”. Se encarga de situar el movimiento y el lugar de los objetos.
A nivel del oído, puede ocurrir que funcione correctamente, pero que existan problemas a nivel perceptivo que afecten a la capacidad de discriminación auditiva y la velocidad de procesamiento de la información. Si está presente alguna dificultad de procesamiento auditivo, el desarrollo del habla, el lenguaje, la lectoescritura y la comunicación se pueden ver afectados, ya que la ruta auditiva es uno de los pilares del desarrollo y del aprendizaje.
El sistema vestibular está relacionado con el sentido del movimiento del cuerpo con respecto al espacio. Nos ayuda a orientarnos, sentirnos seguros, definir el control postural, controlar el equilibrio, el campo visual estable, la coordinación de movimientos (propios y externos) y los estados de alerta. Y está muy relacionado con el siguiente sentido propioceptivo.
El sistema propioceptivo nos dice en todo momento dónde está nuestro cuerpo y qué movimiento tengo que hacer para realizar cualquier acción que vaya a llevar a cabo sin necesidad de mirar. Por ejemplo, sentarme en una silla o arrimar la silla a la mesa una vez estoy sentado/a.
Y, por último, el sistema de la interocepción es el que permite a una persona sentir lo que sucede dentro de su propio cuerpo: respiración, funcionamiento visceral (p.e. corazón), la necesidad de ir al baño (control de esfínteres), hambre/sed, dolor, tensión muscular, etc.
Seguramente que, después de leer todo esto (que parece evidente, pero no lo es), os ha hecho pensar que, a vuestro hijo/a con TEA, en una o varios de los sistemas sensoriales, algo pasa. Muchas veces ponemos el foco de los problemas de conducta, torpeza o de aprendizaje en cuestiones emocionales, motrices o cognitivas, cuando, seguramente (aunque no en todos los casos), tiene que ver con una dificultad en el procesamiento sensorial. Así que, si queremos seguir aprendiendo cómo ayudarles, os invitamos a venir a la segunda parte de la formación el próximo 7 de marzo de 2024.